El otro día vino un amigo de mi hijo de 5 años a casa a jugar. El niño vio unas paletas de ping pong y su red (ese invento de Decathlon super chuli pero bastante difícil de usar en casa) y me pidió que les pusiera la red en la mesa, retándome a que echara una partida con él (no quería con mi hijo, ya que no sabe jugar al ping-pong) previa advertencia de que «soy un crack en el ping-pong».
Cuando nos pusimos en el requerido mano a mano sucedió lo esperable para un niño de 5 años, que no acertaba a darle a la pelota con la paleta. Yo, que conozco a su padre y que tiene un perfil muy coach pensé, ¿no nos estaremos pasando?
Creo que, en relación con la educación de nuestros hijos, en algunos casos el empoderamiento se está deformando víctima del apego y de la formación reactiva que hemos realizado en esta época contra las creencias limitantes. A veces escucho «tú eres capaz de todo», «no te rindas ante nada» y otras frases prefabricadas de este estilo qué descontextualizan que “la capacidad” se presenta en nuestra casa cuando se la ha invitado junto con el ingenio, la preparación y el esfuerzo.
El empoderamiento es el camino adecuado cuándo va acompañado con un grado de reconocimiento “justo” pues la autoestima, el autoconcepto y la autoimagen se crea sin duda desde la interacción de nuestro yo con la información recibida por el entorno, y en el caso de los niños, muy especialmente del derivado de los padres.
Exagerar nuestro reconocimiento hacia nuestros hijos distorsiona la imagen que ellos se crean de sí mismos, contribuyendo a construir una personalidad egocéntrica, generando en el futuro una mayor frustración. De los hijos únicos el psicólogo Antoni Bolinches dice que su problema es que “son los reyes de la casa” pero no los reyes del mundo.
La construcción de una personalidad egocéntrica puede identificarse por los siguientes rasgos:
- Exageración de los propios dotes o cualidades que no corresponden con la realidad objetiva (desempeño medible) o subjetiva (opinión del entorno).
- Necesidad de hablar frecuentemente de sí mismos, de exhibirse, con el objetivo de captar grandes dosis de reconocimiento.
- Incapaz de empatizar con los demás porque están centrados en sí mismos, en sus sentimientos, creencias y emociones lo que les dificulta mucho conectar con los demás.
- Baja capacidad para aceptar críticas mostrando gran de defensividad – agresividad contra las mismas.
- Búsqueda exclusiva de beneficios individuales, solo cooperan si obtiene un beneficio individual.
- Sentimiento por encima de las normas y de las personas, sin importar las consecuencias sociales que tengan sus acciones.
Estos rasgos de personalidad son difíciles de virar una vez se han instalado, es por ello por lo que, en la construcción de un ser humano más que en ningún otros aspecto, “prevenir vale más que curar”.
El empoderamiento con un reconocimiento adecuado genera personas con buena autoestima, capaces de comprender que la satisfacción de las necesidades propias debe estar alineada con el sistema del que la persona forma parte, y eso implica no satisfacer nuestras necesidades acosta de la entropía del sistema, si no pensar en una estrategia para alinear ambos intereses. Tampoco se debe satisfacer al sistema a costa de incrementar la entropía propia, porque eso finalmente también incrementará la entropía del sistema.
Por lo tanto, si queremos generar líderes que contribuyan adecuadamente a nuestra sociedad, un aspecto clave es el empoderamiento con el justo reconocimiento: contribuyamos a qué nuestros hijos desarrollen amor por sí mismos, pero sin lentes de aumento que distorsionan la realidad. Como decía Aristóteles “Todos los extremos son viciosos”.
El ingreso enorme sin inversiones es accesible.
Enlace – https://tinyurl.com/y7t5j7yc