El domingo 29 de marzo por la noche recibí una llamada de una mujer a la que le habían dado una tarjeta de enfermero de atención domiciliaria que dejé hace tiempo en una farmacia de Mirasol.
Me explico que su hija estaba teniendo un brote de lo que parecía ser enfermedad inflamatoria intestinal pero todavía no bien filiada. Me explicó que el médico les había prescrito buscapina compositum endovenosa pero que no querían ir al hospital por el riesgo de contagio de coronavirus y que si yo podría ayudarles con eso.
Por supuesto fui de inmediato a su domicilio.
No pudimos encontrar buscapina compositum en ese momento pero si por separado ampollas de nolotil y buscapina simple que administré de forma intramuscular. Alexia estaba deshidratada, pues cualquier líquido le producía náuseas, y el médico prescribió que necesitaba líquidos endovenosos.
Dada mi experiencia como director asistencial de empresas de atención domiciliaria en las que habíamos realizado programas de hospitalización domiciliaria, considere realizar este programa con Alexia y nos pusimos a llamar a varias farmacias para encontrar catéteres endovenosos, lo cual fue muy difícil, y, con catéteres y equipos de suero pero sin tapones ni válvulas unidireccionales de seguridad, conseguimos al día siguiente iniciar terapia de rehidratación endovenosa, así como el resto del tratamiento antiespasmódico y analgésico que administraba tres veces al día.
La implicación de su familia fue clave, pues vigilaba el suero y realizaba el cambio del mismo si se acababa gracias a una educación sanitaria eficaz.
Conclusión: 5 días después el brote había cedido y Álexia ya estaba de vuelta a la normalidad sin haber pasado por un hospital.
La lucha contra COVID19 tiene que ser multisectorial y creo que en esto el sector de atención primaria y domiciliaria es clave para la contención de la propagación y ofrecer una asistencia sanitaria de calidad al resto de patologías que continúan en la sociedad.
Comparto la imagen gracias al consentimiento de Alexia.