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¡Por sus hechos los conocerás!, pero las formas también importan… ¡y mucho!

¡Por sus hechos los conocerás!, pero las formas también importan… ¡y mucho!

¡Por sus hechos los conocerás!, pero las formas también importan… ¡y mucho! 1024 576 Ángel Herraiz

Fue el mismo Jesús quien dijo una frase, que para mí es un pilar básico para interpretar la conducta humana: “Por sus hechos los conocerás”. En un mundo de tanta palabrería, como de imagen superficial, podría entenderse que los hechos constituyen el indicador más fidedigno, por su naturaleza objetiva. Porque hacer las cosas demuestra que se ha invertido energía en ellas y que hay una auténtica implicación y compromiso por parte del autor, tanto en su desarrollo como en sus consecuencias. La naturaleza y ética del hecho realizado, habla sin duda de la persona que lo ha llevado a cabo.

Por tanto, el desde un punto de vista conductual podría entenderse que los “hechos” son el contenido pero que no se presentan solos, sino acompañados de las “formas”, que son el continente.

Las formas o la educación, es definida en la RAE como “cortesía” y cortesía, como “la demostración o acto con que se manifiesta la atención, respeto o afecto que tiene alguien a otra persona”. A modo de simplificar yo entiendo la educación como “el conjunto de normas sociales que ayudan a reforzar los lazos entre personas”. No digo que mi definición sea cabal, pero me ayuda a establecer el objetivo claro de lo que quiero conseguir en mi relación con los demás.

Si en algún momento se me ocurre un determinado comentario que no es favorable a reforzar el lazo con mi interlocutor, optó por no hacerlo dado que me aleja de mi objetivo.

Entendiendo la importancia del contenido y del continente para explicar la conducta humana, quiero aportar pues que ambos elementos son necesarios para reforzar lazos entre personas, pero ninguno de ellos es de por sí suficiente.

Veamos dos ejemplos:

  1. El bondadoso arisco. Una persona de carácter muy noble realiza actos solidarios pero su actitud lanza mensajes que dificulta la relación con ella.
    • Por ejemplo, una personalidad muy irascible, racista, o que desprende un liderazgo autocrático destructor de la creatividad y por tanto de la motivación personal.

Vemos pues, en este caso, que se trata de una persona que busca nobles fines, a su manera, y trata de perseguir un “buen” resultado individual y colectivo, es decir, actúa en pro de la cantidad y de la calidad del trabajo, pero a costa de destruir la calidad humana necesaria para la motivación que debe estar presente en todo equipo.

  1. El atractivo manipulador egoísta. En el lado opuesto podríamos encontrar una persona de bonita palabra, aparentemente muy resonante, muy coach, pero en el fondo muy manipuladora y que, con sus hechos demuestra un actitud insolidaria y egoísta, lo que la convierte en desconfiable y dinamitadora de la dinámica de colaboración dentro de un equipo.

En ocasiones hay personas del equipo, ya sean colaboradores subordinados o jefes, que presentan el perfil del “bondadoso arisco” (mejor fondo que maneras) y entonces caemos en el pensamiento de “bueno, en el fondo es buena persona”. A menudo las circunstancias no nos dejan gran margen de maniobra y nos obligan  a seguir colaborando con estas personas y apelamos a esa naturaleza bondadosa para justificarles; el problema es que al no tratar abiertamente estos defectos de forma, se genera un desgaste que aumentará entropía del sistema, porque dichos defectos de forma son tan importantes como el fondo, en la resonancia diaria de nuestras relaciones.

El bondadoso arisco, puede caer en la autocomplacencia de pensar “bueno, ellos verán a través de mi” y por tanto “aceptarán en mis pequeños defectos de forma” y éste es el proceso de justificación mental, que muchos de nosotros realizamos sobre algunos de nuestros rasgos, para evitar el trabajo personal que supone mejorar ciertas partes de nuestro carácter y temperamento.

Llevándolo a un terreno algo más personal y espiritual quiero aportar la visión que desde el budismo y el hinduismo tienen del Nirvana. El Nirvana, en términos sencillos, se considera un estado superior, al que se llega a través de una vida de progreso personal. Este punto me sirve para ilustrar la vida como un camino en el que es positivo trabajarse como persona, tanto en fondo como en formas, para sentir ese punto de orgullo personal al final del trayecto, de haberlo hecho lo mejor posible, haber amado y haber gozado del amor y del respeto de los demás.

Progresar como personas es un derecho, pero también un deber, dada la naturaleza social del ser humano.

El lado opuesto a la búsqueda del Nirvana sería el concepto más occidental descrito por la psicología de “La cristalización de la personalidad”, que describe el momento en que una persona decide (de manera inconsciente) no seguir adelante con su madurez personal, lo que puede ocurrir a cualquier edad.

Pues bien, este es el tema de hoy para mí, retratado en la frase  de Micky Rourke, que ha secuestrado a Diane Lane, esperando que ésta se enamore de él y le dice “esperaba que vieras quien soy debajo de toda esta mierda”. Es verdad que Micky está siendo un secuestrador que la trata con cierto respeto, pues no la agrede verbal ni físicamente a diferencia de su secuaz al que el mismo mata, pero de ahí a esperar que ella se enamore mientras la tiene secuestrada y amenazada, hay un gran trecho que evidencia el sinsentido de su psicología y de su conducta.

Eso mismo debemos evitar tanto jefes como empleados, en nuestros equipos. Debemos considerar las formas y el fondo como dos asignaturas necesarias para aprobar el curso y tenemos que plantearnos aprobar en las dos y no a través de una media compensatoria, en la que una me puede levantar la nota de la otra suspendida “porque ya verán como soy en el fondo”

Para reforzar lazos debemos ser solidarios y buenos en el fondo, así como agradables en la superficie.

Para acabar me viene a la cabeza a la célebre frase previa a la revolución francesa “todo para el pueblo, pero sin el pueblo” No podemos dar recursos al equipo (contenido) obviando lo más elemental de las relaciones humanas, respeto y confianza (continente).